CONCEPTO DE GUERRA
La guerra es la
forma de conflicto socio-político más grave entre dos o
más grupos humanos. Es quizá una de las más antiguas de todas las relaciones internacionales, aunque se
convierte en un fenómeno particular con el comienzo de las civilizaciones.
Supone el enfrentamiento organizado de grupos humanos armados, con el propósito
de controlar recursos naturales o humanos, o el desarme, sometimiento y, en su caso,
destrucción del enemigo, y se producen por múltiples causas, entre las que
suelen estar el mantenimiento o el cambio de relaciones de poder, dirimir disputas económicas
y/ó territoriales.
CAUSAS DE LAS GUERRAS
Buscar una o varias causas a las guerras ha sido una constante
para muchos historiadores y políticos con el fin de evitar posibles conflictos
en el futuro o encontrar culpables. Así autores como Brian Hayes apuntan a que ciertas causas
se tienen como ciertas.
GUERRAS NACIONALES E INTERNACIONALES
El récord de conflictos entre Estados en los últimos años ha
demostrado que existe una diferencia abismal entre los tipos de conflicto, y
las repercusiones internacionales que pueden acarrear. El punto de inicio
razonable de cualquier valoración que se haga sobre las consecuencias
internacionales debe ser que, aunque en esencia sean guerras internas o
"civiles", tendrán mayor repercusión más allá de sus fronteras, bien
porque provocan otro conflicto con Estados vecinos, o porque hacen que
intervengan potencias. Por utilizar una metáfora clásica de la medicina y la
epidemiología, estas guerras son "contagiosas". En numerosos ensayos
de ciencia política este razonamiento se refuerza al comparar las guerras con
las revoluciones, ya que ambas conllevan violencia: por tanto, si las
revoluciones inevitablemente diseminan ideas y tensiones por diferentes
territorios, se presupone que los conflictos armados y las guerras civiles
deben hacer lo mismo.
Sin embargo algunos conflictos modernos tuvieron un alcance y un
impacto más limitados, aunque ninguno haya dejado de tener efecto sobre las
relaciones internacionales. La guerra del Líbano, que duró desde 1975 hasta
1990, y que causó alrededor de ciento cincuental mil muertos, no se extendió a
otros países. Aunque en varias ocasiones, Siria e Israel --dos vecinos-- y
"fuerzas de paz" de Estados Unidos y Francia intervinieron junto con
unidades encubiertas de la Guardia Revolucionaria Iraní, la guerra del Líbano
no se convirtió en el eje de un conflicto regional más amplio. No tuvo
prácticamente ninguna trascendencia en los patrones que se establecieron en la
Guerra Fría para las relaciones entre Occidente y el bloque soviético. Los
conflictos en el este de Turquía, entre el gobierno de Ankara y las guerrillas
kurdas del PKK, que empezaron en 1984, tampoco tuvieron un impacto destacable
en las relaciones globales o regionales. Y, más allá de avivar la tensión entre
los vecinos más cercanos que están involucrados directamente, lo mismo se puede
decir de los conflictos sin resolver de Chipre y del Sáhara occidental --ambos
paralizados desde la década de 1970--.
Lo más chocante, quizá, de los últimos años ha sido el escaso
impacto que han tenido las guerras que estallaron en los años noventa del siglo
XX en los Balcanes sobre las relaciones internacionales a gran escala,
especialmente en Europa. Se habló mucho a comienzos de 1990 de la vuelta al
enfrentamiento entre Rusia y el Occidente, o entre católicos y ortodoxos, o de
un deterioro de las relaciones entre las dos potencias regionales involucradas
más directamente, por motivos históricos o de afinidad, Grecia y Turquía. Pero
de alguna manera, y sin que los participantes siempre llamaran la atención
sobre ello, los Estados más importantes que se vieron involucrados estuvieron
enormemente contenidos: Grecia y Turquía no se excedieron en sus reacciones, ni
permitieron que su opinión pública o sus fuerzas nacionalistas influyeran en su
política; Rusia hizo algo de ruido por Serbia y realizó un intento teatral de
reclamar Kosovo para sí, en 1999, al tomar el aeropuerto de Pristina antes de
que llegaran allí las fuerzas de la OTAN, pero finalmente quedó en nada.
Comparado con las cuestiones de la expansión de la OTAN, el asunto de los
Balcanes afectó poco a las relaciones entre Rusia y Occidente en los años
noventa.
En el resto del mundo se puede encontrar un patrón parecido de
aislamiento. En América Latina, la guerra en Colombia, que dura más o menos
desde la explosión de "la violencia" en 1948, y que hoy afecta a gran
parte del país que está bajo el control de la guerrilla, no se ha trasladado a
otros países, ni ha dañado de forma significativa las relaciones entre Estados
vecinos. Quizá un ejemplo de conflicto que existe desde hace décadas sin tener
repercusiones internacionales es el de Irlanda del Norte. En esta provincia del
Reino Unido, con una población de alrededor de un millón y medio de habitantes,
se han matado a unas cinco mil personas en los enfrentamientos que duraron
desde 1969 hasta 1998, y la atmósfera de intimidación, odio sectario y
violencia encubierta ha continuado hasta hoy día. Sin embargo, apenas tuvo
impacto sobre las relaciones internacionales de la República de Irlanda o las
del Reino Unido, ni siquiera lo tuvo sobre el más amplio proceso de integración
europea, por un lado, y la Guerra Fría y su final, por otro. Churchill, como es
conocido, habló sobre cómo el público volvió a interesarse por las disputas
locales de la política fronteriza irlandesa después de una época de violencia
continental y de la Primera Guerra Mundial. Se diría que esta autonomía o
aislamiento del conflicto local de las relaciones internacionales dura hasta
hoy día en el caso irlandés, el chipriota, el saharaui, el kosovar y otros.
Pero mientras algunos conflictos se mantienen así de aislados,
otros han adquirido un carácter más regional e internacional. Las guerras de
los Balcanes de 1911-1913 trajeron consigo luchas sanguinarias entre Grecia,
Bulgaria, Turquía, Albania y otros, y desembocaron, en junio de 1914 en el
asesinato del archiduque Fernando, y el estallido de la Primera Guerra Mundial.
La guerra de España de 1936-1939 empezó como un conflicto interno pero se
internacionalizó con la intervención de las fuerzas alemanas e italianas, y
sirvió de preludio a la Segunda Guerra Mundial, un antecedente europeo del
conflicto global que tendría su equivalente en Asia oriental con la crisis de
Manchuria de 1931 y el estallido de la guerra chino-japonesa en 1937.
Durante la última década de la Guerra Fría, por ejemplo, la
guerra en Nicaragua estaba unida a los conflictos paralelos en Guatemala y El
Salvador, produciendo lo que algunos interpretaron como una "guerra civil
centro americana". El triunfo de los sandinistas en Nicaragua en 1979
también sirvió --por su proximidad a Estados Unidos, y el aparente espaldarazo
por parte de Cuba-- para estimular la campaña de la derecha a favor de una mayor
fuerza militar y del fin de la distensión, lo cual llevó a Ronald Reagan al
poder en 1980. También en la década de los años ochenta el conflicto de
Afganistán tuvo importantes repercusiones internacionales: las fuerzas
soviéticas entraron directamente en el país en 1979 y hubo operaciones de
envergadura, aunque no declaradas, de Estados Unidos, Pakistán, Irán y China.
Además del impacto regional, que empeoró las relaciones entre
Irán y Pakistán, Afganistán también se convirtió en una cuestión de primera
magnitud durante la Guerra Fría. Un década antes, la guerra de Vietnam se había
visto acompañada de guerras en Laos y Camboya, y de levantamientos en
Tailandia, creando así un conflicto que afectó a toda Indochina. También en la
década de 1980, la región del sur de África fue una zona de guerras y
enfrentamientos
entrelazados, desde Mozambique y Zimbabwe en la vertiente del
océano Índico, hasta Namibia y Angola en la costa atlántica.
Es sobre todo en el Oriente Próximo actual donde podemos ver el
desarrollo de conflictos locales con implicaciones regionales, algunas
potencialmente de gran alcance. Primero, el enfrentamiento árabe-israelí: la
guerra de 1948-1949 tuvo un gran impacto, haciendo que se tambalearan Estados y
regímenes, como se hizo evidente por todo Oriente Próximo durante la revolución
egipcia de 1952. La guerra de 1956, por Suez; la de los Seis Días en 1967, y la
guerra de octubre de 1973 eran todas internacionales. Es decir, eran crisis
entre Oriente y Occidente, en las que estaba presente la amenaza de una guerra
nuclear entre el bloque occidental y el bloque soviético. Hay mucha discusión
en Oriente Próximo sobre hasta qué punto el conflicto árabe-israelí y, en
particular, la incapacidad para encontrar una solución al problema palestino,
son el motivo de los problemas más amplios que tiene la región; problemas de
inestabilidad política, rivalidad inter-estatal, y un desarrollo político,
social y económico inadecuado.
Los nacionalistas árabes y los políticos islamistas tienen una
tendencia a echar la culpa de todo a los israelís y a la negativa de éstos a
reconocer los derechos de los palestinos, mientras los israelís aseguran que
todo esto es una excusa. La verdad se encuentra en algún término medio entre
unos y otros: la existencia de Israel o su política no son de ninguna manera la
causa del carácter social y económico de los Estados árabes, productores de
petróleo, ni lo fueron tampoco del estallido y el curso de la guerra entre Irán
e Irak de 1980-1988, ni de la guerra civil argelina de los años noventa ni del
conflicto entre turcos y kurdos.
Sin embargo, la política de Israel ha sido un factor de gran
relevancia en la política interior de sus países vecinos, especialmente Líbano,
Siria y Egipto, y durante décadas, desde 1948, ha desempeñado un papel en la
estimulación y radicalización del nacionalismo árabe y el islamismo en toda la
región. La victoria de Hamas en las recientes elecciones palestinas promete
tener una repercusión, sin duda, más que local o estrictamente árabe-israelí.
Dada su inspiración en el movimiento panárabe de los Hermanos Musulmanes --que
se fundó en la década de 1920-- y sus fuertes redes en Egipto, Sudán, y Siria,
Hamas se sentirá parte de una tendencia regional más amplia, y así recibirá el
apoyo de los países árabes que no aceptan a Israel, especialmente Siria e Irán.
Es muy poco probable que llegue a un compromiso de paz con Israel en el futuro
cercano, o que permita que le obliguen a la sumisión por medio de un bloqueo de
ayuda y alimentos a Gaza y Cisjordania.
Con las recientes elecciones en Palestina, aparentemente se ha
puesto fin a todo un proceso de maniobras políticas y negociaciones
árabe-israelí, lleno de defectos e interrupciones, pero que lleva en marcha desde
finales de los años sesenta. Y Egipto --durante largo tiempo el ansioso
patrocinador de los palestinos-- dejará de ser el poder diplomático
predominante en Palestina, y le sustituirán Siria e Irán. Esto, a su vez,
confirmará la creciente influencia de Irán,
evidente ya en el resto de la región, especialmente en Líbano,
donde su protegido Hezbollah ha llegado ahora al gobierno, y en Irak, donde
Irán está tomando silenciosamente las riendas en cuestiones políticas y de
seguridad en el país.
La propia guerra de Irak tiene, sin lugar a dudas, un alcance
que va más allá de lo interno o lo local. Es lo contrario de los conflictos
aislados del tipo del de los Balcanes o el de Chipre. En gran medida lo es
porque Estados Unidos, al intervenir en marzo de 2003, lo convirtió en un
símbolo tanto de su credibilidad como gran potencia mundial como por su
intención de fomentar la democracia y llevar a cabo un "cambio de
régimen" en Oriente Próximo. Tres años después de esa intervención, se ha
hecho obvio lo mal que han ido las cosas. Lejos de ser una fuente de
estabilidad y cambio democrático en la región, Irak se ha convertido en caldo
de cultivo de la resistencia, con --según los cálculos de Estados Unidos-- más
de ciento veinte grupos armados diferentes en activo, e imán que atrae a
jóvenes militantes islamistas de todo Oriente Próximo y más allá, que quieren
tomar parte en sus batallas.
Cada paso que da Estados Unidos para reforzar el Estado iraquí,
ya sea convocando elecciones o reforzando el ejército y otras unidades de
seguridad, no hace más que dar una nueva ocasión a Irán para demostrar su
influencia. De ahí la humillante confirmación de que la política de Washington
de excluir a Irán de las discusiones políticas respecto a Irak y después, a
mediados de marzo, aceptar conversaciones diplomáticas en Bagdad entre el
embajador estadounidense y un enviado iraní, se vuelve contra ellos. Esto no
hace sino resaltar que el problema fundamental en Irak, no es tanto la guerra
entre insurgentes sunitas y el antiguo movimiento bathista, y el ejército
estadounidense, sino la rivalidad que tiene su origen en la revolución iraní de
1979, entre Estados Unidos y sus aliados más cercanos --Israel y Arabia
Saudita--, y la República islámica de Irán por toda Asia occidental, desde
Afganistán hasta Líbano y Palestina.
La guerra de Irak tiene otra dimensión ominosa, en la que Irán
ha jugado su baza y quizá ha arriesgado demasiado, al exacerbar las relaciones
entre musulmanes, aprovechando el enfrentamiento entre sunitas y chiitas. Irán
no ha creado, ni hay pruebas de que haya ayudado de manera significativa el
salafismo militante sunita de Al Qaeda y otros grupos parecidos. Al fin y al
cabo, fueron estos grupos aliados de Bin Landen, quienes, en Afgansitán en los
años noventa mataron a numerosos grupos de chiitas aduciendo que eran
"politeístas", porque adoraban no sólo a Dios sino también a los
santos musulmanes, o incluso que estaban cerca del comunismo, porque tenían
dioses "en común". El discurso del representante de Bin Laden en
Irak, Al Zarqawi, está repleto de sentimientos anti chiitas y de retórica
incendiaria, de los que pueden haber provocado y legitimado la destrucción del
lugar sagrado más importante para los chiitas en Samarra el 22 de febrero de
2006.
CONCLUSION: Las pérdidas ocasionadas por las guerras son muy difíciles de expresar en términos
puramente matemáticos. Las bajas militares, por sí solas, no pueden
ofrecer una idea exacta de la magnitud de la catástrofe. Las pérdidas de vidas
en los campos de concentración, y las causadas por las migraciones forzadas,
deben incluirse en el cálculo
total. Los heridos y los inválidos son otros factores que son variables.
La suma de estos
factores nos hace ver a la guerra en su verdadera forma, ya sea del ganador o
del perdedor ambos terminan perjudicados.
En otras guerras
las pérdidas serán menores pero no significa que a los combatientes no les
afecte y siempre lo recordaran como un hecho importante que se debe tener en
cuenta.


me gusto la informancion es muy buena
ResponderEliminarGracias..!!! algunas partes si me gustaron mucho ya que no sabia mucho de las guerras..!!!
Eliminartu tema es muy extenso pero si esta muy entendible estoy de acuerdo contigo en tu conclusion porque aunque ganes o pierdas quedas afectado
ResponderEliminargracias y si en verdad afecta mucho a todos
EliminarCOMO DICE SCARLET que en las guerras aunque pierdas o ganes quedas afectado....
ResponderEliminarsi y es muy cierto ganes o pierdas qedan todos afectados
Eliminartienes razon en eso de que ganes o pierdas quedas afectado ya que dejan problemas graves como muchas muertes desastres de las cuidades etc.,
ResponderEliminarsii es verdad qedan afectado en todo tanto material como de seres vivos
Eliminardespues de la guerras las personas quedan muy afectafdas y como tu dices ganes o pierdas quedas muy perjudicado y mas el daño que le hacen a todo el pais
ResponderEliminarsi en verdad quedan muy afectados todas estas personas y despues de que terminan el pais resulta mas afectado
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